Todos los que hemos leído un poco sobre el rol de las bibliotecas a lo largo de la historia intuimos que hay un punto crítico en ella: la irrupción de la automatización y la integración de recursos electrónicos en las bibliotecas. Muchas bibliotecas ya se autodenominan como «automatizadas» sólo porque cuentan con sistemas de gestión que controlan todos los procesos y servicios del centro. Algunos dicen que tal vez la evolución de estos sistemas llevará a vaciar de libros y personas estas instituciones más pronto que tarde.
Sin embargo, también leemos mensajes tranquilizadores sobre la supervivencia de las bibliotecas gracias a «el rol crítico que las bibliotecas desempeñarán en el futuro como centros de información, educación e integración social». Esta última aseveración no proviene de la cita de un bibliotecólogo (o bibliotecónomo) ni siquiera de un experto en ciencias documentales. Ha sido extraída de una disertación de ChatGPT, el sistema de inteligencia artificial que ha sido entrenado para crear contenidos coherentes.
Es interesante conocer la opinión tan alentadora y positiva que la IA tiene sobre el futuro de las bibliotecas, pero sospecho que su aportación no se va a limitar a dar opiniones. Se me ocurren algunas áreas en las que la IA puede desarrollar un activo papel en las bibliotecas. Quizá de ahí proviene el optimismo de las palabras de ChatGPT.
La inteligencia artificial utiliza una base de conocimiento y un proceso de aprendizaje (machine learning) que podría, por ejemplo, ofrecer un servicio de referencia o bibliográfico de resultados tal vez no perfectos a corto plazo, pero en muchos casos, aceptables. La búsqueda de la información es una de las áreas en que los algoritmos de la IA van a permitir obtener resultados de forma eficiente incluso teniendo en cuenta quién solicita la información y para qué la necesita. Muchos piensan que el «toque humano» nunca podrá ser reemplazado por las máquinas, pero recientes investigaciones empiezan a cuestionar este principio, sobre todo en lo que respecta a gestionar información de distintos repositorios, explorar metadatos y utilizar recursos de la web semántica para hacer sugerencias de bibliografías teniendo en cuenta incluso los índices de impacto de las publicaciones y su coste de acceso. En resumen, las máquinas pueden alfabetizarse informacionalmente, igual que los humanos (o puede que aún mejor).
¿Podría la inteligencia artificial crear una biblioteca digital desde cero?
La IA también va a representar una revolución en todo lo que tiene que ver con la catalogación, descripción, indización y clasificación de documentos. Ya existe una larga lista de experiencias de procesos automatizados en el análisis documental, que, si bien hasta ahora no han arrojado unos resultados óptimos, si permiten presentar opciones a un supervisor humano que se limitaría a validarlos. Sin embargo, las voces que creen que esta supervisión no será necesaria en un futuro cercano son cada vez más numerosas. Las reglas de catalogación son susceptibles de ser aprendidas por sistemas de IA y de admitir matices «humanizados» a la hora de generar descripciones automáticas de publicaciones, crear registros de autoridad y realizar resúmenes, incluso a partir de muestras reprográficas de las mismas.
¿Quiere esto decir que el futuro de los catalogadores y gran parte del personal de las bibliotecas está comprometido? La respuesta no es sencilla, pero parece lógico pensar que las funciones de los bibliotecarios van a cambiar al igual que va a suceder con muchas otras profesiones relacionadas con la gestión de la información y otros campos de trabajo.
Sin duda, dentro de algunos años existirán profesiones que ni siquiera hoy concebimos y la de los futuros bibliotecarios o bibliotecarias (se llamen como se llamen entonces) puede ser una de ellas.
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