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Iñaki Sasi

Las fuentes de información. ¿Las clasificamos bien?


El tema de las fuentes de información es de aquellos que reviste cierta complejidad cuando se trata de estudiar sus tipologías y no en vano es objeto de debates y discusiones. Como describe exhaustivamente Isabel Villaseñor (1998), son múltiples los criterios para clasificarlas y todas las clasificaciones se complementan. Normalmente, sea cual sea el criterio usado para clasificar algún objeto, esperamos que las clases sean exclusivas, es decir, el objeto o elemento no puede pertenecer a dos clases al mismo tiempo, pues de lo contrario el criterio de clasificación sería difuso y perdería su función. De esta manera, un recurso no puede ser al mismo tiempo fuente primaria y secundaria o especializada y general, por poner algunos ejemplos.

Nuestra obsesión por las clasificaciones a veces nos lleva a complicarnos la vida.

Muchos autores y docentes proponen utilizar el criterio de procedencia u origen de la información, aunque este criterio presenta algunas fisuras y zonas grises que no contribuyen demasiado a separar las fuentes en compartimentos estancos. Indudablemente no estamos tratando de materias de ciencias formales o naturales, sino de información, que ya es en sí mismo un concepto resbaladizo. El criterio señalado divide las fuentes de información en personales, institucionales y documentales.


En las primeras, la información proviene de personas o grupos de ellas y en muchos casos la temática gira en torno a las propias personas o a su actividad profesional. Algunos ejemplos serían: contactos y entrevistas personales, correos electrónicos, epistolarios, reseñas personales en publicaciones, congresos, reuniones, asambleas, colegios y asociaciones profesionales, colegios invisibles, foros de discusión, directorios profesionales.


Las fuentes institucionales, como su nombre indica, provienen de instituciones y a menudo la temática tiene que ver con las propias instituciones, con su actividad o con el conocimiento que custodian. Una guía de cualquier museo podría ser un buen ejemplo, pero también el directorio de una institución, sus catálogos, memorias, informes, reglamentos, información de archivos, bibliotecas, centros de documentación, redes de bibliotecas, etc.


Estas dos clases recuerdan un poco a los puntos de acceso principales (o encabezamientos) de los documentos de un catálogo, cuyas descripciones bibliográficas podrían encabezarse por nombre de autor personal o de entidad.


Parece que hasta ahora la frontera entre ambas clases permanece sólida, aunque poniéndonos puntillosos, la información que proviene de una entidad en el fondo la generan personas que actúan en su nombre. Pero la solidez se desmorona definitivamente cuando introducimos la tercera categoría, que es la documental. Y es que las fuentes documentales son aquellas en que el documento puede ser origen, medio y temática. Se dice que son las más importantes y esto tiene su explicación: la mayor parte de las fuentes personales e institucionales son, a la fuerza, documentales. Aunque las fuentes personales o institucionales puedan originarse oralmente, terminan siendo plasmadas en un soporte documental y se transmiten gracias a este. Pensemos en una entrevista a un científico: sus palabras se registran mediante un dispositivo electrónico o mediante notas escritas y terminan por convertirse en el contenido de un artículo en una revista. Lo mismo ocurre con las ponencias de un congreso, que terminarán por publicarse en sus actas. Las memorias de una academia de medicina o están publicadas o no existen y lo mismo sucede con todo aquello que termina en la web, cuyos recursos también son documentos. Siempre terminamos en el documento.


Por tanto, debemos enfrentarnos al hecho de que el criterio de origen o procedencia de la información de las fuentes (que es meramente circunstancial) genera una clase principal que no es autoexcluyente, como es la documental, y esto choca con nuestra mentalidad clasificatoria.


Isabel Villaseñor Rodríguez. Los instrumentos para la recuperación de la información: las fuentes. En Isabel de Torres Ramírez (coord.) Las fuentes de información: estudios teórico-prácticos. Madrid: Síntesis, 1998, pp. 29-42.


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